Chris Martin no solo vino a cantar, también vino a comer. El líder de Coldplay, que días atrás se subió al escenario con Tini Stoessel en Tecnópolis, apareció en Villa Crespo —porque ni las estrellas del pop se resisten al polo gastronómico de moda— y terminó declarando que estaba “encantado” con el restaurante y que “comió muy bien”.

Dicen que fue amable, curioso, que preguntó por los ingredientes y se sacó fotos con el equipo. No pidió mesa VIP ni agua mineral especial, solo una buena comida y un rato de calma. Parece que Buenos Aires también le da hits al paladar.
Dóndé y qué comió Chris Martin
No todos los días una mesa de doce se convierte en noticia mundial, pero anoche en Chuí, el restaurante de Villa Crespo (Loyola 1250) recomendado por la Guía Michelin, pasó exactamente eso: Chris Martin, el vocalista de Coldplay, se sentó a cenar como si nada. O casi. Llegó tranquilo, sin entourage de Hollywood, y se sumó al grupo que tenía reserva desde las 20. “No sabíamos que él iba a venir, la sorpresa fue enorme”, contaron desde el restaurante.
El reloj marcaba las 21:20 cuando el cantante cruzó la puerta. Saludó, sonrió y se acomodó en una de las zonas más reservadas del salón, esa donde la luz es amable y el horno de leña se roba el protagonismo. “Fue todo muy relajado, se notaba que venían a disfrutar sin apuro ni protocolo”, dijeron los anfitriones.
El salón de Chuí.
El grupo pidió una selección variada de platos que recorren buena parte de la carta: focaccia al horno de leña, queso llanero, palta quemada con kimchi y leche de tigre, papa Anna con stracciatella y ajo negro, polenta grillada, pizza Margarita y pizza de hongos. Una combinación entre lo vegetal, lo reconfortante y lo bien hecho, que encaja perfecto con la filosofía del lugar —y con el costado vegetariano de Martin—.
En el momento más simpático de la noche, el cantante se levantó de la mesa y, con una sonrisa enorme, hizo una reverencia frente al horno de leña. “Fue un gesto espontáneo, de esos que te quedan grabados. Le agradeció al pizzero con una reverencia, como si estuviera saludando a un colega después de un show”, contaron entre risas.
La pizza de Chuí
La cena duró poco más de una hora, en un clima distendido y casi familiar. No hubo pedidos excéntricos, ni cámaras, ni poses de estrella: solo buena comida, charla y música bajita de fondo. “Estuvo muy agradecido con todo el equipo, se notaba que disfrutó de principio a fin”, aseguraron.
Antes de irse, el staff le regaló una gorra y una remera de Chuí. Chris no dudó: se puso la remera ahí mismo, entre aplausos y sonrisas. “Fue muy genuino. Se la puso, nos miró con complicidad y dijo que le encantaba”, recordaron.
Chris Martin en Chuí.
Y antes de cruzar la puerta, dejó su frase final, en un español impecable y con una mano en la panza: “Me encanta venir a Chuí cuando estoy en Buenos Aires. La verdad que comí muy bien. Realmente me gusta mucho el lugar.”
No fue una noche cualquiera: fue una de esas escenas que confirman que la buena cocina también tiene algo de música. Porque, al final, cuando el fuego está encendido y la comida se comparte, hasta un rockstar se rinde ante una pizza al horno de leña.
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